Porque todavía no pierdo la capacidad de asombro

miércoles, septiembre 24, 2008

Querer a Bárbara

Así decía el subjet del último mensaje que mi abuela de 83 años me mandó por facebook para saludarme. Me gusto. Escribiría un libro así.
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Hoy día en la tarde, cuando llegué de la pega, había un ramo de flores en la conserjería y, aunque obvio que no era para mí, igual estiré la cabeza para ver para quien era, pero el nombre estaba al revés. No sé. En verdad derepente es tan poco lo que se necesita para hacer feliz a una persona (no es que este pasando el dato, a no si no), que me acordé de lo rico que es recibir esas cosas. Que si bien nunca me dejaron flores con el conserje, sí me han regalado en persona, por algo, por qué sí, para pedir perdón o para celebrar. Si me han dejado pegadas flores en el umbral de mi puerta. Sí me mandaron flores al colegio. Sí me llevaron para mi examen de teatro, cuál actriz. Sí me dieron para mi graduación, la del colegio y la de la U. Sí me regalaron flores afuera de una discoteque en Boston en pleno invierno mientras nevaba. Una vez me llegó una flor de genero a mi casa con una tarjetita anónima que después descubrí quien fue. Y también recibí una flor de madera porque quién la regalaba se negaba a cortar una flor. Flores...
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Lo más fome, es que cuando salí a las 10 pm a devolver una película, las flores seguían ahí, tan solas y tan anónimas, y cuando volvi como a las 10:30, aún no tenían dueña. Y que rabia, porque yo había visto las flores tres veces y la niña que las iba a recibir, aún no sabía que estaban ahí y yo lo tenía más que claro. Es la 1:30 de la mañana y estoy a punto de bajar a ver si aún están. Yo no me puedo quejar de falta de flores... pero que te regalen flores siempre va a ser increible.

Afortunada / Francisca Valenzuela. Gracias por la canción.


 

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