Del metro a mi casa
Durante los 5 minutos que me demoro en caminar las dos cuadras que van del metro a mi casa, después de estar todo el día afuera, se toman grandes decisiones. Pienso las cosas del día, me acuerdo de otras y planeo que va a venir. Que voy a hacer más rato, que voy a comer, que falta en mi casa porque es el momento preciso para comprar. Una vez adentro del dpto no hay vuelta atrás. La farmacia es la primera parada, ahí también hay un cajero por si necesito cash. Apoquindo con Agusto Leguía Sur. Sigo caminando, siempre olor a parrillada porque hay un restorán de carnes y llego a la segunda parada; Big John, donde prácticamente encuentro todo lo inmediato. Si no está lo que quiero, cruzo a Costa Vasca, donde atienden unos españoles muy jugosos que ya son mis amigos. Napoleón con Agusto Leguía. No siempre paro ahí pero son las 3 opciones. Si voy después de las 10, alguna señorita/o (que también parece señorita) adorna la intersección. Luego que paso ese obstáculo es donde más analizo todo. Y cuento esto porque no sé porque me acordé de un poema que escribí a los 15 años, segundo medio, reina del drama, obvio. Lo mandé a un concurso y saqué mención honrosa. Quizás si hubiese estado en santiago lo publicaban en las gigantografías del metro: Ilusión Reprimida, Bárbara Kunz, 15 años, Temuco.
Es gigante y hoy lo leo y creo que ni entendía lo que escribí, pero sonaba bonito, sonaba a poesía. Dejo la parte final de la reveladora confesión y entiendo que si a los 15 años me leía tan afectada por la vida y el amor, hoy me tengo que considerar una sobreviviente. Ríanse harto, es una chulería.
(...)
En ves de estar aquí ahogada,
entre un suspiro mío,
y un suspiro tuyo, que llega,
viaja a través de la brisa sureña,
y se posa junto a mi y la incertidumbre,
de una historia incierta,
de un amor a medias,
de una ilusión reprimida.
soluciones hay muchas cuando de amor se trata,
pero ¿Sabes? había olvidado revelarte un pequeño secreto,
la distancia mata,
y yo no quiero morir ...